Mónica Liliana Espíndola Bolaños, estudiante de la Maestría en Administración de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quiso arrojar luces sobre el vacío existente en cuanto a la implementación de modelos de negocio enfocados en el cambio a energías renovables como la solar, dado que el consumo de electricidad en el país, solo en 2021, aumentó en un 30 %.
Para ello diseñó una propuesta de evaluación, que se no había estructurado en el país, sobre el consumo de energía y los gastos asociados que se podrían disminuir en un conjunto en la vereda La Violeta, en Sopó (Cundinamarca), utilizando metodologías propias de su disciplina, como el modelo de negocio de Canvas, que permite analizar los datos con base en la cadena de valor que puede generar la implementación de estas alternativas.
En promedio una vivienda de ese conjunto residencial de 35 casas construidas –con 4 o 5 habitantes–, y 63 en proceso (lote), paga 148.000 pesos cada mes por el consumo de energía. La implementación de un sistema de 4 paneles que cuesta alrededor de 12 millones de pesos podría reducir este gasto a los 3 meses de instalado.
Aunque los costos de energía solar pueden ser altos al inicio, en cerca de 3 a 5 años ya se ha recuperado el dinero, y la vida útil de los paneles es de 20 o 25 años, por lo que las familias podrían ahorrarse ese gasto.
Utilizando datos de alrededor de 3 años recolectados por la empresa que provee de electricidad al municipio de Sopó, y una empresa colombiana de energías renovables, encontró que el uso de estos dispositivos generaría alrededor de 253 kW/h, lo cual representa una factura de cerca de 154.000 pesos colombianos; en la actualidad el consumo promedio en las casas del conjunto es de 243 kW/h.
Según información del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), Colombia tiene un potencial de uso de energía solar muy grande, ya que cada día se genera en el país un promedio de radiación solar de 4,5 kW/h, lo cual es más que en Estados Unidos o Alemania; no obstante, estos países son potencia en el uso de energía solar aplicada a conjuntos residenciales, por ejemplo.
“Algo interesante que se hace en los países que van a la cabeza en estos temas, es que hay una serie de incentivos que han resultado efectivos para dar el salto, uno de las más importantes es la de financiarle a las casas o conjuntos los paneles solares y cobrarles un menor valor al que pagarían si usaran energía eléctrica de otras fuentes convencionales”, indica la investigadora.
Para la experta, la ley que se reglamentó en 2014 y que empezó a poner sobre la mesa la discusión de la energía solar para conjuntos, aún se desconoce en gran parte de este tipo de residencias, y a veces no se tiene siquiera como una opción a evaluar, lo cual es problemático porque no está generando estrategias que le permitan a la población dar el salto a energías renovables.
En su investigación referenció el caso de Dairo Polo Fruto, un ingeniero mecánico del municipio de Palmar de Varela (Atlántico), quien tras implementar un sistema de energía solar en su vivienda dejó de pagar cada mes entre 120.000 y 140.000 pesos a la compañía de energía, y ahora dice contar con este servicio las 24 horas y sus vecinos se han venido uniendo.
Como este caso, otros vienen gestandose en Colombia, comunidades energéticas que se unen para desarrollar proyectos de energías fotovoltaicas en conjunto para por un lado amortiguar entre varios los gastos iniciales de la implementación de estos proyectos y por el otro ir reduciendo el gasto de la electricidad para poder acumular poder adquisitivo suficiente para individualizar los proyectos fotovoltaicos.
Tomando información de: Agencia UNAL